Primeros intérpretes de Hispanoamérica

Malintzin fue  el nombre  de la interprete  de Hernán Cortés, el  conquistador de México.

Esta mujer, siendo  aún adolescente, fue  vendida como esclava, luego  fue entregada como tributo al  cacique maya de Tabasco. Aprendió a hablar la lengua maya-yucateca  además de su idioma materno, el náhuatl. Posteriormente, en 1519, por su valor como intérprete, fue regalada a Cortés que para entonces ya  contaba con el servicio del español Jerónimo de Aguilar, quien había estado cautivo ocho años entre los mayas, por lo que  podía realizar la traducción maya-español. Así, con el uso de tres lenguas y dos intérpretes, se llevaron a cabo todos los contactos entre españoles y mexicanos hasta que Malintzin (o Malinche) aprendió el  español. Ella no solo fue intérprete,  informaba a los españoles sobre las costumbres sociales y militares de los nativos y realizaba tareas de espionaje y diplomacia. Su rol fue importantísimo, tanto que  sin ella, Cortés, no habría podido hacer  las alianzas que hizo con las diversas étnias dominadas por los aztecas. Por esta razón, el recuerdo  de Malinche entre los mexicanos está entremezclado con el mito y la leyenda, de allí que sus  opiniones  sean opuestas: para muchos es la figura fundadora de la nación mexicana y para otros solo  es  el  símbolo  de la traición, por eso  se contaba  que después  de muerta, su  espíritu en las noches vagaba por las calles llorando amargamente porque ella había  ayudado a que  su pueblo fuera cruelmente esclavizado por los  españoles.

Martincillo y Felipillo fueron los intérpretes  que acompañaron a Francisco Pizarro y sus hombres en la  conquista del Imperio  de los Incas.

Martincillo, era sobrino de un curaca tallán, quien lo regaló a Pizarro porque hablaba con fluidez el quechua y muy rápidamente aprendió  el  español. Incorporado como intérprete, adoptó el apellido de Pizarro. Siendo intérprete cumplió un papel importante en los diálogos que tuvieron los españoles con el inca Atahualpa, por lo que le correspondió una parte del rescate, es decir, del oro y plata que el inca entregó a los españoles por su libertad. Martincillo fue muy  fiel a  los Pizarro, hecho  que le permitió obtener  una buena  situación económica y  social. Se casó con una señora española, llegó a tener un esclavo negro a su servicio y adquirió, finalmente, el derecho de anteponer a su nombre el apelativo de don (de origen noble) ”don Martín”,  apelativo que solo podían usarlo los españoles importantes, los curacas y los jefes.

Felipillo aprendió el quechua en su pueblo natal donde los nativos lo hablaban como segunda lengua. Adolescente aún fue raptado  por los españoles de los que aprendió el español y participó como intérprete en los primeros contactos de estos con los nativos. Algunos historiadores afirman que la interpretación de Felipillo no siempre fue veraz para los españoles. Después de que Francisco Pizarro capturó y ejecutó al inca Atahualpa (1532), Felipillo partió a Chile con Diego de Almagro y sus  hombres, pero a mitad del camino logró huir con otros nativos. Cuando llegó al Cusco, se incorporó  a la rebelión  de Manco Inca y murió  luchando  contra los  españoles.

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